07.29.2008 | By Alejandro Arbona |
*Updated November 2025
Reseñar “Sex and the City” es tan sencillo como decir: Si eres amante de la serie de HBO, te encantará. Si no conoces el programa, éste no es el momento para comenzar.
Yo caigo por alguna parte entremedio. Aunque no soy amante del programa, sí he visto alguno que otro episodio, y no me ha disgustado enormemente. Pero lo mismo no se puede decir por la película, que no parece nada más que una temporada entera de episodios juntada para formar un maratón televisivo de dos horas y media en la pantalla gigante. Para los fanáticos, como la amiga que me acompañó a la presentación de esta película, eso sonará como un sueño hecho realidad, y una reunión con viejos amigos que no se han visto hace años. Para nosotros los demás seres humanos…un horror.
Empecemos por explicar que lo que ha logrado funcionar en episodios cortos en la pantalla chica simplemente no se puede alargar, agrandar y trasladar a la pantalla gigante. Entre los créditos anémicos al principio, los valores de producción de calidad de televisión, las varias tramas desorganizadas, la narración de Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker, quien te explica lo que sucede en cada escena mientras sucede) e incluso las caras flacuchas, envejecientes y cirugeadas, absolutamente nada de “Sex and the City” acaba bien en las proporciones gigantes y reveladoras del cine.
Obviamente comprendo que comentar sobre esta película es como gritar en un vacío. O te gustará, o no, y mi opinión probablemente no convencerá a nadie ni disuadirá a nadie. Incluso se me podrá acusar de no coger el punto, el que esta serie y esta película sean una fantasía, una idealización, etc. etc. etc. Por favor.
Fantasía e idealización serán, pero para alguien como yo que no pertenece a esta fanaticada, lo que es, es una fábula sin contacto alguno con la vida real cotidiana. Como público, tengo cero interés en el Nueva York ficticio de gente rica y zapatos caros y restaurantes chic de “Sex and the City”. Lo mismo comento acerca de la relación entre las cuatro amigas (Kim Cattrall, Kristin Davis y Cynthia Nixon son las otras tres).
El amor y lealtad que existe entre estas cuatro me parece una fábula, ya que en el mundo real, las personas así de materialistas y caprichosas tienden a ser – gran sorpresa – egoístas, desconsideradas y traicioneras. Y varios de los personajes, en particular la Miranda que encarna Cynthia Nixon, ni siquiera trascienden esos aspectos negativos para parecer simpáticos. Ella no es la única que cae mal, pero sin duda es la peor; chillona, estridente, insoportable.
Encima viven en un Nueva York donde apenas existe la clase media y absolutamente no existen pobres ni “homeless”; donde no vemos personajes hispanos hasta que la trama nos lleva a México; y donde hay solamente UNA persona negra en toda la ciudad (Jennifer Hudson), pero incluso una que viene de otra parte…¿y cuando único la vemos a ella de visita en su ciudad de origen, St. Louis? SOLAMENTE gente negra. Peor aún, a su personaje los cineastas ni le permiten quedarse en Nueva York, ya que en el último acto regresa a St. Louis, donde por lo visto es que pertenece.
Vamos, cineastas, por favor. Hay que tener conciencia de la impresión que se comunica en pantalla, sea a propósito o no. Han creado lo que me provoca asco pensar que sea la idea suya del mundo de fantasía perfecto: un mundo donde en Nueva York sólo viven mujeres flacas, hombres millonarios y hombres gay fabulosos, donde los mexicanos todos viven en México y donde los negros solamente viven en St. Louis.


